Respuesta a Las chicas son guerreras… Parte I

Pregunta

Hola, Carmencita:

Ya veo que estás guerrera y que sacas un tema polémico, aunque muy interesante. En esta respuesta voy a dar mi opinión intentando que nadie se enfade, se encienda o se escandalice, pero a la vez intentando aclarar algunas cuestiones sobre el tema.

Es curioso lo que dices sobre el feminismo extremo. Yo siempre habría pensado que el feminismo extremo preferiría la arquitecta. Entiendo que será porque no creen que sea necesario crear un término específico para las mujeres, como si una mujer que se dedica a la arquitectura fuera distinta a un hombre. Aun así, en tiempos recientes está prosperando la distinción de género en nombres que designan profesiones (en vez del uso de nombres que se llaman comunes en cuanto al género porque tienen la misma forma en los dos géneros: el/la arquitecto). Así se puede encontrar médica, abogada, arquitecta, ministra, árbitra o jueza para referirse a las mujeres que se dedican a esas profesiones (y no a las mujeres de los hombres que se dedican a esa profesión como en caso de la regenta, que era la mujer del regente). También podemos encontrar los casos contrarios, como modisto y azafato, aceptados por la RAE y casos más desconocidos como autodidacto, que en teoría es lo correcto. Lo de periodisto o un posible astronauto no están aceptados, en cambio. Si todo fueran casos como el de la juez(a) Alayajueza-alaya-300x224, donde no se sabe si se dice juez o jueza, no pasaría nada, pero en muchos casos sí que se nota. Y la cuestión es que esto no debería ser un problema, al menos no más que un problema exclusivamente gramatical. La culpa la tiene el hecho de que el género gramatical, que es algo lingüístico, se relacione con el género relativo al sexo o género natural. Esto es porque olvidamos (o no sabemos) que género procede de genus, generis en latín, que significa ‘clase’ o ‘categoría’, no ‘sexo’. Pero, claro, la conexión con el sexo es justificable puesto que las gramáticas llaman masculino y femenino a los distintos géneros del español (dejo de lado el neutro). Esto lleva irremediablemente a la confusión. Si en vez de masculino y femenino se pusieran las etiquetas de clase 1 y clase 2 y se dijera que los nombres referidos a seres sexuados femeninos pertenecen a la clase 1 y terminan en –a, no existiría este problema y las chicas no serían tan guerreras (al menos en este tema).

Hay que decir, además, que no todas las lenguas tienen distinción de género en masculino y femenino. En las lenguas algonquinas de Norteamérica, por ejemplo, la distinción se establece entre nombres referidos a seres animados y nombres referidos a seres inanimados. Ahí no hay distinción entre nombres referidos a seres masculinos y femeninos, porque los seres sexuados, tanto los masculinos como los femeninos, generalmente son todos animados (hay algunos más sosos, pero todos se mueven, que es lo que indica en este caso lo de animado).

Luego hay lenguas como el dyirbal (lengua australiana), en la que los nombres se dividen en clases donde, por ejemplo, los nombres referidos a hombres están en la misma clase que objetos animados, canguros, muchos insectos, la luna, el arcoíris, las tormentas o los búBandicoot_de_Bouganvillemeran, pero los nombres referidos a mujeres están en la misma clase que el fuego, la violencia, el agua, los escorpiones, el sol y las estrellas y algunos animales exóticos como el equidna o el bandicut (el animal parecido a una rata de la imagen).  Este caso dio título a un famoso libro del lingüista George Lakoff, que se llamaba Mujeres, fuego y cosas peligrosas, en el que habla de por qué las mujeres están en esa clase y de otros muchos temas.

Esto nos lleva al tema del sexismo lingüístico. Supongo que querrás hablar de esto con más profundidad en la segunda entrada, pero déjame que diga algo sobre el problema del masculino usado como genérico, es decir, el uso de los niños para referirse a los niños y las niñas. Otra vez si tuviéramos clase 1 y clase 2 en vez de género masculino y femenino podríamos decir que la clase 2 sirve para nombres referidos a seres masculinos, pero también para el genérico. Como yo siempre he dicho, sobre esta cuestión los ofendidos podríamos ser los hombres alegando que nuestro género se usa como lo normal y genérico y que no tenemos un género especial como las mujeres. Y encima masculino procede del latín masculus, que es el diminutivo de mas, maris, que signfica varón o macho, por lo que el masculino sería el género de los machitos.

Para evitar toda la polémica se le podría dar la vuelta a la tortilla y decir que no es que la terminación –a indique que el nombre se refiere a un ser femenino, sino que la terminación –a indica que el nombre es de la clase 1 y que esta clase sirve para nombres de seres femeninos, aunque también para otros nombres. El problema, claro es que en español tenemos un jaleo grande y tenemos palabras terminadas en –a que son masculinas, como precisamente el problema, y palabras (muchas menos) terminadas en –o que son femeninas, como mano. Pero fijaos que si le ponemos un diminutivo en el español de España diríamos la manita y no la manito (esta última opción preferida en muchas partes de América y en parte del noroeste de España; cf. la Nueva Gramática de la RAE, §9.4n). Quizás bastaría con dividir entre palabras que se combinan con el artículo el y las que se combinan con el artículo la. Y entre las que se combinan con el artículo la están las de nombres referidos a seres femeninos. Pero, claro, no es así en todos los casos, porque tenemos la persona, por ejemplo, que se puede referir tanto a seres masculinos como femeninos y tenemos los casos por los que preguntabas como el ama de casa en los que una palabra referida a un ser femenino se combina con el.

Con esto llegamos a la pregunta sobre la árbitra. Como bien afirmas, hay que decir el aula y no *la aula, pero hay que decir las aulas y esa aula. En relación con esto se suele hacer la broma con lo de que nunca hay que decir de este agua no beberé, sino de esta agua no beberé (aunque, en cambio, es el Steaua de Bucarest, no el *Staaua de Bucarest). Lo que ocurre en casos como el aula no es que haya que usar el artículo masculino delante de palabras que empiecen por a- o ha- tónicas, sino que en estos casos hay que usar otro artículo el, que corresponde al antiguo artículo femenino ela apocopado, es decir, sin la última letra. El artículo la viene de illa en latín, que dio ela y luego la. La forma el de casos como el agua es un resto de aquel ela. Si lo escribiéramos con apóstrofo se vería mejor: el’ aula. Por tanto, aunque suena y se escribe igual que el artículo masculino el, el artículo que aparece en casos como el aula es distinto, es femenino. Como este el o el’ es femenino, si hay adjetivos acompañando al nombre irán en femenino (el aula pequeña y no *el aula pequeño) y si el adjetivo se interpone entre el nombre y el artículo se vuelve a la forma la, incluso si el adjetivo empieza por a- o ha- tónicas: la amplia aula, no *el amplia aula o *el amplio aula. Así podemos distinguir, por ejemplo, entre la alta médica, es decir, la mujer que es médica (o médico) y que es alta, y el alta médica, es decir, la autorización para abandonar el hospital. Como ya sabemos, en el segundo caso se usa el porque ahí alta es un nombre.

Como siempre, hay algunas excepciones. Los nombres de las letras a y h son la a y la hache y no *el a y *el hache. La razón que da la Gramática de la RAE como posible es que se sobrentiende el nombre letra: la (letra) a. Otra excepción son los nombres propios. Se dice Esta es la Ana que me gusta ver y no *Esta es el Ana que me gusta ver. También con marcas y siglas. Por ejemplo, diríamos Me gusta más la Amstel que la San Miguel y no *el Amstel. O se dice la AFE (Asociación de Futbolistas Españoles) y no *el AFE. En los nombres de ciudades o países hay variación, pero se suele preferir la: la Austria del siglo XX o La Haya.

Y otra excepción es precisamente la árbitra. imagesLa forma árbitra se aceptó ya en 1984 y la gente empezó a decir la árbitra, que es la aceptada ahora, en vez del esperado el árbitra. La razón pudo ser para remarcar el hecho de que una árbitra es una mujer, otra vez confundiendo el artículo el femenino apocopado (el’) con el masculino normal el. Aquí no habría dudas de que se diría entonces la nueva árbitra.

Hemos visto, pues, que en el aula el artículo el no es el masculino, sino una forma apocopada del femenino ela. Pero ¿con qué más determinantes o artículos pasa esto? Pasa en todos los casos en los que el artículo o determinante se pueda apocopar y estos son los casos que terminan en –una: una, alguna y ninguna. Hay que decir un aula, algún aula o ningún aula. Pero no pasa con los demostrativos esta, esa o aquella o en otros casos como mucha, poca y otra. Si dijéramos *este aula, no estaríamos apocopando sino cambiando la a por la e. El uso apocopado correspondiente a el aula sería decir est’aula, como a veces pasaba en el español antiguo. Pero la opción apocopada no triunfó y hay que decir esta aula y esta agua. Lo malo es que cuando se dice así se corre el riesgo de quedar como pedante o que la gente crea que lo estás haciendo mal, momento en el que uno puede aprovechar para remitir a este blog.

En vista de que el demostrativo esta, por ejemplo, se usa hasta con los nombres femeninos que empiezan por a- o ha- tónicas podríamos concluir, volviendo a lo de los géneros, que hay una clase de nombres, pongamos la clase 1, que es la de aquellos que se combinan con esta y otra, la clase 2, que es la de aquellos que se combinan con este. La clase 2 serviría para el uso genérico y, además, para seres masculinos. Así se podrían evitar posibles confusiones entre género y sexo y se evitaría llegar a decir cosas como que el español es machista o misógino. Las feministas extremas podrían seguir usando el arquitecto tranquilamente porque no estarían usando un nombre masculino sino un nombre de la clase 2, que da nombre a cualquiera que se dedique a la arquitectura, igual que se puede usar la persona, de la clase 1, para referirse a cualquier ser humano, sea hombre o mujer.

Y con esto creo que no me he dejado nada, Carmencita. Espero que haya quedado claro todo y, si no, como siempre tú o quien quiera podéis preguntarme cualquier cosa que os inquiete. Como curiosidad, añado en los comentarios dos partes de mi novela (aún sin publicar) en las que se habla del tema del género y del artículo el delante de nombres femeninos. Como novela, es ficción, así que no os creáis todo lo que dice el personaje, que es un exagerado.

Besos.

El Académico

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4 Comentarios

  1. Sobre el artículo delante de nombres que empiezan por «a-» y «ha-» tónicas:

    «Volviendo a lo lingüístico, en aquellos viajes también escucharon muchos «este aula», «ese arma» y más casos de uso del demostrativo masculino con nombres femeninos, claramente por contagio de «el aula» y «el arma». Una de las veces mi hermano le explicó a Quero:

    —A ver, es que aquí la gente confunde las cosas. No es que cuando uno dice el agua o un arma o algún águila esté usando el artículo o determinante masculino. No. Lo que está usando es una forma apocopada o sin la última letra de estos por fusión fonética con la a tónica inicial. En el caso de un y algún está claro cómo se produce esta apócope: simplemente se pierde la última a de una y alguna. Lo que no se ve tan claro es lo de el y creo que esto es lo que lleva a error. Uno esperaría que en este caso fuera l’agua, con apóstrofo, que no apóstrofe, pero la cuestión es que el antiguo artículo femenino era ela y, por tanto, al perderse la –a quedó en el. No es que se use el masculino. El considerarlo masculino y no forma apocopada ha hecho que con esta o esa, por ejemplo, se use el masculino, cuando si se quiere imitar lo que pasa en otros casos, debería ser est’aula con apóstrofo o es’arma. Yo siempre decía «Nunca digas “de esa agua no beberé”», di «De esa agua no beberé» y me creía muy original e interesante, pero luego he visto esta broma en muchos sitios, así que nada. Me recuerda a lo del abstract que uno mandó para un congreso y al que en la respuesta le dijeron: «Su abstract es a la vez original e interesante, pero la parte interesante no es original y la parte original no es interesante».
    —Ja, ja. Pero es que esa arma queda rarísimo.
    —Ya, pero bueno. Yo creo que a que suene raro ha contribuido el Steaua de Bucarest, pero es como te digo. Ah y hay alguna excepción. Sabes que la regla es que pasa con palabras que empiezan por a- o ha- con hache tónicas, ¿no? Pues con el nombre de las letras no pasa y decimos «la a» o «la hache» y no «el hache», a diferencia de en el caso de «el hacha», por ejemplo. También pasa con siglas y con nombres propios. Por ejemplo, decimos «la APA», perdón, «la AMPA» para «Asociación de madres y padres de alumnos», pero decimos «el hampa», o decimos «Es la Ana de siempre» y no «El Ana de siempre».»

  2. Sobre el sexismo lingüístico:

    «En las copas de esa primera noche salió el tema de queridos amigos y amigas, es decir el tema del sexismo en el lenguaje o como lo llamen. Mi hermano, que, como no podía ser de otra forma, también tenía solución para esto, tomó la palabra:
    —Vamos a ver, si es que el problema es que no sé quién tuvo la gloriosa idea de llamar masculino a un género y femenino a otro. Con lo fácil que habría sido mantener una clasificación con declinaciones. Así, estaría la declinación terminada en –o, la declinación en –a, la declinación en –e y la declinación en consonante, por ejemplo, digo. Entonces se podría decir que la declinación en –o, se usa en español para el masculino en nombres de seres sexuados, como en perro, pero también para género indeterminado como en el cielo.
    Y seguía:
    —Y en el caso de hombres y mujeres, los pobres hombres comparten el mismo nombre que el común. Esto se puede tomar de dos maneras: o que la mujer es especial, que para mí lo es —y sonreía a las presentes, que eran Lupita, Cami 2 y Pichuki, que ya habían llegado también a Roldana— y, por tanto tiene un nombre especial o que el hombre es lo que se considera normal y, por eso, su nombre se utiliza para llamar a la especie. Lo mismo con los padres y todos estos heterónimos. Aquí cada uno puede pensar mal o no. Y así se ahorrarían tiempo, espacio y peleas, pero claro, es lo de siempre, solo si uno quiere ahorrar en eso. Desde luego se evitarían cosas mixtas como Queridos amigos y amigas, en vez de Queridos y queridas amigos y amigas.»

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