Yo no soy poetisa, soy poeta

Hola, Académico:

No me regañes, ya sé que llevo mucho sin preguntarte más allá de un #gramatuit. ¡Perdóname!

Hace ya unas semanas en mi afán por detectar casos raros, me aventuré y corregí a mi cuñada María:

-Mery, es poetisa no poeta 🙂 (siempre una intenta suavizar la forma de decirlo, pues aunque se haga con la mejor de las intenciones, puede ser un tema espinoso ese de la crítica constructiva).

María, muy segura y con una sonrisa (así me la imagino yo y con razón) me dijo:

-No, Carmencita, están admitidas las dos.

¡Menuda sorpresa! Así que me puse a leer y el resultado me sorprendió aún más.

Las poetisas de hoy quieren ser poetas. Tal cual.

Y hay corrientes en torno a esta idea.

¿Las conoces?

A mí me tiene alucinada esta de las antipoetisas. ¿Acabaremos diciendo poeto y poeta?

Dicen que eso ha pasado con la palabra modista y modisto.

Estoy muy intrigada y públicamente pido disculpas a mi cuñada 🙂

Gracias Mery por alumbrarme y Académico, espero tu respuesta.

 

 

 

 

Respuesta a Las chicas son guerreras parte II

Pregunta

Hola, Carmencita:

¡Qué tema más delicado sacas! Un tema cargado de polémica en el que poca gente se pone de acuerdo, incluso entre los que saben mucho más que yo. Veré lo que puedo hacer. Como siempre, voy a tratar de ser objetivo, pero también voy a dar mi opinión, creo que bastante ecuánime, pero, eso sí, en su mayor parte basada en fundamentos lingüísticos. El resumen es que, aunque es verdad que la morfología y la sintaxis del español y de otras lenguas podrían reflejar tiempos pasados sexistas o androcéntricos, no creo que en la conciencia de la mayoría de los hablantes actuales ese sexismo esté presente ni que esta herencia fomente el sexismo o el machismo. Desarrollo a continuación esta idea.

En primer lugar, podríamos entrar en discusiones sobre si hay más palabras positivas relacionadas con lo masculino que lo femenino, como el contraste entre cojonudo y coñazo que mencionas o la connotación negativa de manceba frente a mancebo, de zorra frente a zorro o tipa e individua frente a tipo e individuo. Yo podría contraatacar diciendo que igual que existe nenaza como algo negativo, tenemos machorro y, curiosamente, solo machorro está en el diccionario (al menos en la última versión en línea; que todavía no he comprado la última edición que acaba de salir). También te podría decir que señorito, se define solo en masculino como «Joven acomodado y ocioso» o que machista tiene connotaciones más negativas que feminista o que uno se lo pasa teta cuando se lo pasa bien. Pero yo creo que esa discusión, en la que yo saldría seguramente perdiendo por muchos otros casos que se me ocurrieran, no quitaría la razón a los que opinan que lo masculino se veía y puede que se siga viendo como algo valeroso y fuerte y lo femenino como algo débil o que el papel que se le da al hombre y a la mujer en relación con el sexo es diferente, como demuestra el caso que mencionas de gozar. Este último es un tema en el que no tengo conocimientos ni preparación suficientes para entrar, pero es verdad que hay ejemplos de esta disparidad. Lo de gozar se puede ver en uno de los más celebrados personajes de nuestra literatura, don Juan, quien en El burlador de Sevilla de Tirso de Molina, por ejemplo, goza a las mujeres. Pero no me quiero meter en discusiones sobre el léxico y quiero ir más lejos.

Creo que la visión que cada uno tenga del hombre y de la mujer es independiente de que, por ejemplo, use nenaza para llamar cobarde a alguien. Por mucho que consideremos cierto que el español presenta vestigios de ese pasado androcéntrico, esto no quiere decir que los hablantes mantengan ese sentir y no creo, por ejemplo, que el hecho de conservar el masculino como genérico fomente el machismo. Sin ser un experto en el tema, me da la sensación de que, aunque aún queda mucho por conseguir, la sociedad actual es mucho menos machista que la de generaciones pasadas. La información que compartieron Lucía y Cleo sobre que los países con lenguaje más neutro son de los que presentan mayor igualdad de género podría deberse en este sentido a que por algún motivo tienen un pasado menos androcéntrico, lo cual se refleja en su lengua, y, por tanto, ha sido más fácil combatir esa visión porque había menos machismo desde un principio. No creo que signifique que por tener actualmente una lengua más neutra, esta fomenta menos el machismo. A este respecto, exagerando mucho (quizás demasiado) las cosas, y consciente de que es un tema menos sensible, también conservamos en la lengua muchas palabras relacionadas con la mitología y con los dioses y nadie diría que se esté fomentando el politeísmo o el cristianismo. Por ejemplo, algo bonito es divino, alguien que nos inspira es una musa, una fiesta loca es una bacanal, el martes es el día de Marte, el miércoles el de Mercurio y el jueves el de Júpiter, hay enfermedades venéreas (de Venus), y no por ello creemos en todos los personajes mencionados. (Si a alguien le interesa el origen mitológico de las palabras le recomiendo el libro Las palabras y los mitos de Isaac Asimov).

Se puede ver la cuestión de otra manera, relacionada con mi respuesta a la parte uno de La chicas son guerreras. Allí exponía mi idea de que parte del problema radica en el hecho de llamar masculino al grupo de nombres que, como dije entonces, se combinan con ese, y a los adjetivos que concuerdan con ellos. Se está dando sexo a lo que no lo tiene: a un género gramatical. (Al margen de que como bien le dicen a Shanti Andía en la obra de Baroja, «El sexo es una indicación muy vaga y las variaciones son infinitas»). Yo sugería llamar a este grupo clase 2 para evitar este problema. Si lo pensamos bien, no hay ninguna razón por la que la o de alumno se deba interpretar como algo masculino. Esa o no deja de ser una letra. Para colmo, curiosamente el nombre de la letra o es de las pocas palabras que terminan en –o y que es femenina: la o (igual que la mano o la radio). Y, perdonad la tontería, pero es que encima la o icónicamente tiene más forma de *** que de ***. Así, utilizar los alumnos como genérico tiene de masculino solo el nombre gramatical que se le ha asignado al género. Pero bueno, aun aceptando la etiqueta de masculino, en vez de clase 2, la cuestión se podría entender de dos formas distintas: que el masculino se usa para el genérico o que el genérico se usa para el masculino y por eso el masculino se llama el género no marcado. La segunda opción yo creo que restaría importancia al masculino frente al femenino, que tendría género propio y exclusivo. Pero sé perfectamente que esto se puede ver desde distintos puntos de vista y entiendo que uno de ellos es que la mujer queda excluida del genérico; más aún en casos como los padres, donde hasta se usa una palabra distinta para el masculino que para el femenino.

Ahora bien, creo que no se debe considerar, y entendería que alguien al que se le acuse de ello se ofendiera, que el que usa el genérico en vez de desdoblar en los alumnos y las alumnas sea machista o sexista. Simplemente ha aprendido este recurso que posee el español, el de usar un mismo grupo de palabras o género para referirse a unos determinados seres masculinos que a esos seres en general. Además, se podría afirmar que de alguna manera el género masculino en el uso genérico está gramaticalizado, esto es, que, aunque tiene forma masculina, no se interpreta como tal. Como bien dice el académico Ignacio Bosque en su difundido y no falto de polémica artículo sobre el sexismo, también en francés el genérico on procede de homine ‘hombre’ y tothom en catalán se usa ‘todos’, significando literalmente ‘todo hombre’ y nadie se enfada. También en español nadie procede de nati que significa ‘todos los nacidos’ en masculino. ¿Habría que decir nadie y nadas para que se entendiera que no hay ni mujeres ni hombres? No, porque el significado masculino de nadie se ha perdido de la conciencia del hablante, igual que creo que lo ha hecho para muchos al usar el genérico, seguramente porque se aprende de pequeño, igual que aprendemos a decir se me en vez de me se. Y no creo que lo que aprendamos sea a que dentro del masculino entra el femenino, sino a que el género gramatical masculino (para mí clase 2) se usa también como genérico y esto significa que incluye (no que excluye) al femenino.

No obstante, viendo lo que comenta Iuren sobre su hijo, puede que los niños, por algún motivo, estén empezando a ver el masculino como exclusivamente masculino, es decir, como forma que excluye el femenino. Si esto fuera así, los hablantes que sientan esto sin lugar a dudas tendrán que encontrar y encontrarán una solución gramatical para referirse a todos, como se han encontrado a lo largo de la historia soluciones ante otros problemas gramaticales. Puede que una solución sea el desdoblamiento. No es la más económica, pero no siempre lo económico es lo preferido. Por ejemplo, se usa más encima de que sobre o debajo de que bajo. Yo jamás diría que alguien está escondido bajo la mesa, sino debajo de la mesa, a pesar de que debajo de es más largo y, por tanto, supuestamente menos económico. Otra solución sería usar una vocal distinta o, quién sabe, incluso adoptar una nueva vocal. Quien haya leído El instinto del lenguaje de Pinker sabrá que los niños son capaces de eso y de más. Se sabe que han sido capaces de crear una lengua con gramática (las lenguas criollas) a partir de lenguas intermedias que no poseían una gramática completa por ser una mezcla artificial de varias lenguas que usaban hablantes de distintos orígenes para comunicarse (lenguas pidgin). Se sabe también que niños sordos han creado una sintaxis a partir de lenguas de signos que no la tenían. Así que si los niños empiezan a ver un problema en el uso del masculino como genérico lo cambiarán y esto será una bella muestra más de cómo la lengua, por ser natural, evoluciona. Y la RAE, en su momento, recogerá ese cambio.

Pero, como siempre, creo que no hay que forzar las cosas. Igual que para alguien que ve en el uso genérico exclusión en la mujer, a alguien que no lo ve porque tiene este masculino gramaticalizado le resultará redundante decir los alumnos y las alumnas. Hubo gente que solo cuando surgió la polémica cayó en la cuenta de que el masculino tenía la misma forma que el genérico. A esas personas no hay que forzarlas a desdoblar porque para ellos sería redundante. Es como si a los hablantes de latín se les hubiera impuesto el uso de los artículos.

Como siempre digo, lo que hay que hacer ante casos de controversia es respetar. Si uno ve que a alguien le molesta que no se desdoble, puede desdoblar en su presencia. Igual que si alguien ve que a otro le molesta el uso de español en vez de castellano para referirse a nuestra lengua, o al revés, debe optar por uno u otro, según convenga, por mucho que los dos términos estén aceptados. Entre otras cosas, el lenguaje es una herramienta para la comunicación con los demás y lo ideal sería usarlo de una manera que permita una comunicación lo más satisfactoria y pacífica posible. A mí por ejemplo de pequeño se me quedó grabado que un par significa ‘varios’ y no ‘dos’. Así, cuando alguien me dice «Dame un par de aceitunas», entiendo ‘unas cuantas’. El que me conozca y me quiera pedir dos aceitunas podrá facilitarme la tarea y decirme «Dame dos aceitunas» o yo tendré que adaptarme y entender que un par son dos para hacer la comunicación satisfactoria. Todos los que se comunican deben aportar y respetar. Por eso en casos en los que se quiera determinar específicamente que hay hombres y mujeres o cuántos hombres y cuántas mujeres hay, sí que habría que desdoblar: «Tengo dos hermanos y dos hermanas». Lo que no hay que hacer es recurrir a estrategias artificiales, innecesarias y, hasta, a veces, ridículas y erróneas, como usar sistemáticamente el profesorado para evitar los profesores o quien lo quiera en vez de el que lo quiera, como bien explica Ignacio Bosque en el artículo susomentado. Y también, para favorecer la comunicación, en los casos de ambigüedad que sacas, Carmencita, a colación como la música, que puede referirse a la mujer dedicada a la música o al arte en sí, nuevamente, en aras de una buena comunicación se deberán evitar los casos que puedan entorpecer la comprensión.

En conclusión, mi opinión es que, si bien es cierto que la lengua puede conservar restos de un pasado androcéntrico, esto no implica ni que los hablantes tengan ya conciencia de ellos, ni que afecten a nuestra visión del mundo (aunque estoy de acuerdo en que la lengua puede condicionarnos) ni, mucho menos, que los que usen esa lengua sean androcéntricos o, peor aún, machistas.

Espero que se hayan entendido bien mi opinión y los argumentos expuestos. Por favor, no dudéis en comentar, criticar o pedir aclaraciones sobre cualquier punto.

Un abrazo a tothom.

El Académico

Las chicas son guerreras parte II

Hola, Académico:

Vuelvo a la carga! Y sigo con el tema del sexismo, del machismo y, por supuesto, ¡del lenguaje!

Es curioso como a raíz de la parte I de Las chicas son guerreras nos han enviado artículos e incluso vídeos relacionados con este tema. Os dejo este:

Siempre me llamó la atención cómo ciertas palabras en masculino tenían una connotación positiva y buena y en cambio en femenino eran peyorativas o poco ‘dignas’ (en especial para algunos).

Empecemos con la expresión ¡cojonudo! Salvo una acepción que puede referirse a algo más negativo, como cuando una persona está enfadada o no entiende nada y clama al cielo o así mismo diciendo:

-¡Cojonudo, cojonudo! ¡Esto es cojonudo!

El resto de acepciones son siempre positivas:

-La fiesta de ayer fue cojonuda

-Estos huevos fritos están cojonudos

E incluso… Los espárragos blancos ‘cojonudos‘. Porque son gordos y buenísimos… Ya os podéis imaginar de dónde viene la analogía…

Entonces necesitamos el antónimo de la palabra cojonudo… que sería… COÑAZO.

¿Y cómo empleamos este término?

-La fiesta de ayer fue un coñazo

-Menudo coñazo de persona

O ya si seguimos… ¡Coño!

Perdonad la retahíla de tacos…

Conclusión: Las cosas apetecibles, molonas y buenas van con COJONUDO, sin embargo, las cosas tediosas, aburridas y nada apetecibles van con COÑAZO. Y misteriosamente cojonudo viene de cojón y coñazo viene de coño. Creo que no hay mucho más que explicar. Dejemos que sea la misma RAE:

cojonudo, da.

1. adj. vulg. Estupendo, magnífico, excelente.

coñazo.

1. m. coloq. Persona o cosa latosa, insoportable.

2. m. vulg. Ven. Golpe fuerte.

También en esta línea están ciertas profesiones:

-Mancebo, en la acepción tercera de la RAE:

En algunos oficios y artes, el que trabaja por un salario, especialmente el auxiliar práctico, sin título facultativo, de los farmacéuticos.

-Manceba, en la sexta acepción de mancecbo/a:

6. f. concubina.

Y tan anchos… Vamos, que en masculino eres un trabajador asalariado y en femenino eres una… Puta, sí, una puta. Aunque concubina queda más elegante.

Y hablando de concubinas… No podemos olvidarnos del término ‘zorro’ y ‘zorra’.

Le pregunté a mi querida amiga Noelia, roja como el tomate y feminista como nadie, si sabía algún ejemplo. Me dice: -Claro, señorito y señorita: Porque señorita es sexista y apela al estado civil sin embargo señorito es un marquesín.

En la misma línea están el femenino de tipo e individuo; está claro que tipa es despectivo e individua también.

¿Qué os parece la expresión ‘Eres una nenaza’ Vs. ‘Eres un machote’?

Es cierto que el uso del masculino tiene un sentido inclusivo en nuestro idioma y que cuando decimos los alumnos, incluye a los de sexo masculino y a los de sexo femenino.

Para algunos habría que desdoblar los sustantivos, lo que viene siendo decir: los alumnos y las alumnas. En cambio mucho abogan por emplear términos como el alumnado, clientela, profesorado… (para así huir de eternas intervenciones y una retórica que puede acabar con la paciencia de los oyentes y ya de paso con las cuerdas vocales del ponente).

La lucha

La lucha en muchos sectores está entre aceptar el masculino genérico, el de toda la vida, decir los alumnos para referirnos a todos, o el femenino genérico, decir las alumnas para referirse de modo general a todos.

¿Por qué muchos cargos tienen asignados cierto sexo?

Me voy a explicar: la enfermera y la azafata. El juez, el ingeniero…

Según la socióloga Inés Alberdi «Parece que cualquier título en femenino vale menos, y que si una mujer se presenta como arquitecto resulta más serio que si dice que es arquitecta”.

¿No podéis pensar que el hombre sí se ofende si se le habla en femenino porque existe el convencimiento de que lo masculino es superior?

Yo sólo lo dejo caer…

Por último, leyendo un poquito sobre este tema, os prometo que me ha resultado apasionante y os iré dejando enlaces en la página de facebook de Gramática para Carmencita, se me ha planteado esta cuestión:

Hay quien pone trabas a emplear el femenino en oficios como músico aduciendo que se puede confundir con la música como arte pero no ve ese problema de confusión con objetos o adjetivos cuando se trata de masculinos como frutero, sereno o estadístico.

Más preguntas

Académico: ¿Es sexista el lenguaje? ¿O es la sociedad la que hace que el lenguaje sea machista?

¿Es discriminatorio el empleo del masculino genérico?

¿No sería igual de discriminatorio usar el femenino genérico en sustitución del masculino?

¿Hay gramática sexista o es el léxico el que lo es? ¿Cuál es la diferencia?

Y por último, gracias a Cleo tuvimos la oportunidad de leer este artículo que ella encabezaba así:

«El lenguaje define, y mucho, la cultura y la sociedad. Sin dar un debate, solo dos apuntes, primero, curiosamente los paises con un lenguaje más neutro estan en el top 5 de igualdad de género: http://www.livescience.com/18573-countries-gender…. Segundo, cómo nos fiemos de la RAE en cuanto al género, mal vamos… Ya que hasta hace poco, mujer se definía como débil y hombre como fuerte, entre otras muchas definiciones. La de gozar, todavía está: Gozar: «Conocer carnalmente a una mujer

Quiero daros las gracias a todos los que colaboráis y también a esas mujeres como Cleo, Beli, Iuren y Noelia que luchan por hacernos más visibles!

Académico… Te lo dije… ¡¡¡¡¡LAS CHICAS SOMOS GUERRERAS!!!!!

Te esperamos,

Carmencita

Respuesta

¿Por qué «tejer» y «crujir» se escriben con «j»?

Últimamente hemos encontrado dos FODs (fallos ortográficos descarados) relacionados con la terminación -ger. El primero fue leyendo la Eneida de Alianza Editorial (pág. 67), donde aparecía el verbo proteger con j en uno de los tiempos en los que debería aparecer con g:

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El segundo es en el nuevo anuncio de la Lotería, criticado una vez más, ahora porque alrededor del minuto 2:20 aparece el verbo elegir escrito con j en la ventana del bar:

Estos verbos siempre han resultado problemáticos porque en determinados tiempos, cuando la vocal que sigue a la raíz del verbo es una a o una o, los verbos se escriben con j, como en protejo o protejas. Pero se escriben con g cuando les sigue una e o una i como en protegerá, y no con j como vemos en la foto de la Eneida. Es el mismo lío que con cirujano y cirugía, esta última muchas veces vista con j. En estos casos tiene preponderancia el sonido sobre la grafía (no se dice protego manteniendo la g), a diferencia de lo que pasa en casos como eléctrico y electricidad, donde se conserva la segunda c en electricidad, aunque cambie el sonido: no es electriquidad, por ejemplo.

Para que no nos hagamos un lío con estos verbos, siempre se ha usado la regla de que los verbos terminados en -ger y -gir se escriben con g excepto tejer y crujir y sus compuestos, que se escriben con j en todos los tiempos: tejerá, tejo, tejas.
Dándole vueltas a esto, a mí el otro día me asaltó la siguiente pregunta: ¿y por qué tejer y crujir se escribirán con j?
Bueno, pues en primer lugar, hay que decir que hay otras excepciones menos conocidas: los verbos mejer y remejer y brujir y grujir.
En segundo lugar, la razón de que todos estos verbos se escriban excepcionalmente con j es porque no vienen directamente de verbos latinos en los que ya estuviera presente la grafía -g-, como pasa en los demás.
Tejer viene de texere en latín, donde la -x- da -j-, igual que para en perplejo a partir de perplexus, que literalmente significa ‘muy enredado’. Crujir es de origen desconocido, así que tampoco se puede decir que venga de un verbo latino con g. Mejer, que significa ‘mezclar’, viene de miscere, donde -sc- da -j- como en faja a partir de fascia, por ejemplo. Grujir y brujir, que significan ‘igualar los bordes de los vidrios’, vienen del francés gruger, donde la segunda -g- pasa a -j- como ocurre en los casos de garaje o bricolaje, que vienen de las palabras francesas garage o bricolage. Sobre esto hay que decir que, a pesar de que las veamos muchas veces así escritas por ahí, se deben escribir con j: garaje y bricolaje.
En cambio, verbos como proteger, coger, rugir o elegir vienen de verbos latinos en los que ya estaba la -g-: protegere, colligere, rugire o eligere. Y esta g se conserva.
Por cierto, y ya siendo muy tiquismiquis, el texto completo donde sale lo de elejir es algo así como «tres platos a elegir». Este uso de la preposición a con infinitivo, como en asuntos a tratar o el dinero a repartir, es un calco del francés y, como dice la Nueva Gramática de la RAE (§26.6l), «posee escaso prestigio en el español actual».
Espero que esta explicación pueda ayudar a escribir las cosas bien.

Respuesta a Las chicas son guerreras… Parte I

Pregunta

Hola, Carmencita:

Ya veo que estás guerrera y que sacas un tema polémico, aunque muy interesante. En esta respuesta voy a dar mi opinión intentando que nadie se enfade, se encienda o se escandalice, pero a la vez intentando aclarar algunas cuestiones sobre el tema.

Es curioso lo que dices sobre el feminismo extremo. Yo siempre habría pensado que el feminismo extremo preferiría la arquitecta. Entiendo que será porque no creen que sea necesario crear un término específico para las mujeres, como si una mujer que se dedica a la arquitectura fuera distinta a un hombre. Aun así, en tiempos recientes está prosperando la distinción de género en nombres que designan profesiones (en vez del uso de nombres que se llaman comunes en cuanto al género porque tienen la misma forma en los dos géneros: el/la arquitecto). Así se puede encontrar médica, abogada, arquitecta, ministra, árbitra o jueza para referirse a las mujeres que se dedican a esas profesiones (y no a las mujeres de los hombres que se dedican a esa profesión como en caso de la regenta, que era la mujer del regente). También podemos encontrar los casos contrarios, como modisto y azafato, aceptados por la RAE y casos más desconocidos como autodidacto, que en teoría es lo correcto. Lo de periodisto o un posible astronauto no están aceptados, en cambio. Si todo fueran casos como el de la juez(a) Alayajueza-alaya-300x224, donde no se sabe si se dice juez o jueza, no pasaría nada, pero en muchos casos sí que se nota. Y la cuestión es que esto no debería ser un problema, al menos no más que un problema exclusivamente gramatical. La culpa la tiene el hecho de que el género gramatical, que es algo lingüístico, se relacione con el género relativo al sexo o género natural. Esto es porque olvidamos (o no sabemos) que género procede de genus, generis en latín, que significa ‘clase’ o ‘categoría’, no ‘sexo’. Pero, claro, la conexión con el sexo es justificable puesto que las gramáticas llaman masculino y femenino a los distintos géneros del español (dejo de lado el neutro). Esto lleva irremediablemente a la confusión. Si en vez de masculino y femenino se pusieran las etiquetas de clase 1 y clase 2 y se dijera que los nombres referidos a seres sexuados femeninos pertenecen a la clase 1 y terminan en –a, no existiría este problema y las chicas no serían tan guerreras (al menos en este tema).

Hay que decir, además, que no todas las lenguas tienen distinción de género en masculino y femenino. En las lenguas algonquinas de Norteamérica, por ejemplo, la distinción se establece entre nombres referidos a seres animados y nombres referidos a seres inanimados. Ahí no hay distinción entre nombres referidos a seres masculinos y femeninos, porque los seres sexuados, tanto los masculinos como los femeninos, generalmente son todos animados (hay algunos más sosos, pero todos se mueven, que es lo que indica en este caso lo de animado).

Luego hay lenguas como el dyirbal (lengua australiana), en la que los nombres se dividen en clases donde, por ejemplo, los nombres referidos a hombres están en la misma clase que objetos animados, canguros, muchos insectos, la luna, el arcoíris, las tormentas o los búBandicoot_de_Bouganvillemeran, pero los nombres referidos a mujeres están en la misma clase que el fuego, la violencia, el agua, los escorpiones, el sol y las estrellas y algunos animales exóticos como el equidna o el bandicut (el animal parecido a una rata de la imagen).  Este caso dio título a un famoso libro del lingüista George Lakoff, que se llamaba Mujeres, fuego y cosas peligrosas, en el que habla de por qué las mujeres están en esa clase y de otros muchos temas.

Esto nos lleva al tema del sexismo lingüístico. Supongo que querrás hablar de esto con más profundidad en la segunda entrada, pero déjame que diga algo sobre el problema del masculino usado como genérico, es decir, el uso de los niños para referirse a los niños y las niñas. Otra vez si tuviéramos clase 1 y clase 2 en vez de género masculino y femenino podríamos decir que la clase 2 sirve para nombres referidos a seres masculinos, pero también para el genérico. Como yo siempre he dicho, sobre esta cuestión los ofendidos podríamos ser los hombres alegando que nuestro género se usa como lo normal y genérico y que no tenemos un género especial como las mujeres. Y encima masculino procede del latín masculus, que es el diminutivo de mas, maris, que signfica varón o macho, por lo que el masculino sería el género de los machitos.

Para evitar toda la polémica se le podría dar la vuelta a la tortilla y decir que no es que la terminación –a indique que el nombre se refiere a un ser femenino, sino que la terminación –a indica que el nombre es de la clase 1 y que esta clase sirve para nombres de seres femeninos, aunque también para otros nombres. El problema, claro es que en español tenemos un jaleo grande y tenemos palabras terminadas en –a que son masculinas, como precisamente el problema, y palabras (muchas menos) terminadas en –o que son femeninas, como mano. Pero fijaos que si le ponemos un diminutivo en el español de España diríamos la manita y no la manito (esta última opción preferida en muchas partes de América y en parte del noroeste de España; cf. la Nueva Gramática de la RAE, §9.4n). Quizás bastaría con dividir entre palabras que se combinan con el artículo el y las que se combinan con el artículo la. Y entre las que se combinan con el artículo la están las de nombres referidos a seres femeninos. Pero, claro, no es así en todos los casos, porque tenemos la persona, por ejemplo, que se puede referir tanto a seres masculinos como femeninos y tenemos los casos por los que preguntabas como el ama de casa en los que una palabra referida a un ser femenino se combina con el.

Con esto llegamos a la pregunta sobre la árbitra. Como bien afirmas, hay que decir el aula y no *la aula, pero hay que decir las aulas y esa aula. En relación con esto se suele hacer la broma con lo de que nunca hay que decir de este agua no beberé, sino de esta agua no beberé (aunque, en cambio, es el Steaua de Bucarest, no el *Staaua de Bucarest). Lo que ocurre en casos como el aula no es que haya que usar el artículo masculino delante de palabras que empiecen por a- o ha- tónicas, sino que en estos casos hay que usar otro artículo el, que corresponde al antiguo artículo femenino ela apocopado, es decir, sin la última letra. El artículo la viene de illa en latín, que dio ela y luego la. La forma el de casos como el agua es un resto de aquel ela. Si lo escribiéramos con apóstrofo se vería mejor: el’ aula. Por tanto, aunque suena y se escribe igual que el artículo masculino el, el artículo que aparece en casos como el aula es distinto, es femenino. Como este el o el’ es femenino, si hay adjetivos acompañando al nombre irán en femenino (el aula pequeña y no *el aula pequeño) y si el adjetivo se interpone entre el nombre y el artículo se vuelve a la forma la, incluso si el adjetivo empieza por a- o ha- tónicas: la amplia aula, no *el amplia aula o *el amplio aula. Así podemos distinguir, por ejemplo, entre la alta médica, es decir, la mujer que es médica (o médico) y que es alta, y el alta médica, es decir, la autorización para abandonar el hospital. Como ya sabemos, en el segundo caso se usa el porque ahí alta es un nombre.

Como siempre, hay algunas excepciones. Los nombres de las letras a y h son la a y la hache y no *el a y *el hache. La razón que da la Gramática de la RAE como posible es que se sobrentiende el nombre letra: la (letra) a. Otra excepción son los nombres propios. Se dice Esta es la Ana que me gusta ver y no *Esta es el Ana que me gusta ver. También con marcas y siglas. Por ejemplo, diríamos Me gusta más la Amstel que la San Miguel y no *el Amstel. O se dice la AFE (Asociación de Futbolistas Españoles) y no *el AFE. En los nombres de ciudades o países hay variación, pero se suele preferir la: la Austria del siglo XX o La Haya.

Y otra excepción es precisamente la árbitra. imagesLa forma árbitra se aceptó ya en 1984 y la gente empezó a decir la árbitra, que es la aceptada ahora, en vez del esperado el árbitra. La razón pudo ser para remarcar el hecho de que una árbitra es una mujer, otra vez confundiendo el artículo el femenino apocopado (el’) con el masculino normal el. Aquí no habría dudas de que se diría entonces la nueva árbitra.

Hemos visto, pues, que en el aula el artículo el no es el masculino, sino una forma apocopada del femenino ela. Pero ¿con qué más determinantes o artículos pasa esto? Pasa en todos los casos en los que el artículo o determinante se pueda apocopar y estos son los casos que terminan en –una: una, alguna y ninguna. Hay que decir un aula, algún aula o ningún aula. Pero no pasa con los demostrativos esta, esa o aquella o en otros casos como mucha, poca y otra. Si dijéramos *este aula, no estaríamos apocopando sino cambiando la a por la e. El uso apocopado correspondiente a el aula sería decir est’aula, como a veces pasaba en el español antiguo. Pero la opción apocopada no triunfó y hay que decir esta aula y esta agua. Lo malo es que cuando se dice así se corre el riesgo de quedar como pedante o que la gente crea que lo estás haciendo mal, momento en el que uno puede aprovechar para remitir a este blog.

En vista de que el demostrativo esta, por ejemplo, se usa hasta con los nombres femeninos que empiezan por a- o ha- tónicas podríamos concluir, volviendo a lo de los géneros, que hay una clase de nombres, pongamos la clase 1, que es la de aquellos que se combinan con esta y otra, la clase 2, que es la de aquellos que se combinan con este. La clase 2 serviría para el uso genérico y, además, para seres masculinos. Así se podrían evitar posibles confusiones entre género y sexo y se evitaría llegar a decir cosas como que el español es machista o misógino. Las feministas extremas podrían seguir usando el arquitecto tranquilamente porque no estarían usando un nombre masculino sino un nombre de la clase 2, que da nombre a cualquiera que se dedique a la arquitectura, igual que se puede usar la persona, de la clase 1, para referirse a cualquier ser humano, sea hombre o mujer.

Y con esto creo que no me he dejado nada, Carmencita. Espero que haya quedado claro todo y, si no, como siempre tú o quien quiera podéis preguntarme cualquier cosa que os inquiete. Como curiosidad, añado en los comentarios dos partes de mi novela (aún sin publicar) en las que se habla del tema del género y del artículo el delante de nombres femeninos. Como novela, es ficción, así que no os creáis todo lo que dice el personaje, que es un exagerado.

Besos.

El Académico