Desde Cabify, la start-up española más molona para moverte más barato en tu ciudad, siempre me preguntan dudas de cómo escribir o cómo decir las cosas.
Yo no paro de decir, con una media sonrisa, que el que todo lo sabe eres tú y que yo represento al pueblo.
Pero insisten.
Una de las preguntas más recurrentes es el tema del consumo.
¿Está bien decir consumo responsable? O ¿es el consumidor el que es verdaderamente responsable?
¡Gracias Académico!
Hola, Carmencita:
Me preguntas por uno de los temas más complicados de la gramática: los adjetivos. En el caso de consumo responsable lo que ocurre es que se está utilizando un adjetivo llamado de aptitud o (pre)disposición humana para calificar una acción. Por eso os puede sonar raro. Pero este es un fenómeno muy común. Se dice, por ejemplo, que una actitud es nerviosa, siendo realmente lo nervioso la persona; se dice también que una medida es inteligente, cuando en verdad es inteligente el que la ha tomado, o se dice que una solución es ingeniosa, siendo ingenioso el que ha llegado a ella.
En algunos de estos casos, el Diccionario contempla la acepción de hecho o dicho con la aptitud o disposición en cuestión. Por ejemplo, en ingenioso, la segunda acepción es ‘Hecho o dicho con ingenio’. Sin embargo, en casos como responsable las acepciones parecen más bien referirse a humanos y no a sus hechos. Pero ya sabemos que en el Diccionario no están recogidos todos los sentidos. Ni siquiera todas las palabras. Sería imposible. Por eso, algunas cosas deducibles no se incluyen. Esto explica por qué no aparece desafortunadamente, por ejemplo, algo que ha llevado a muchos a pensar que la palabra es incorrecta, frente a infortunadamente, que sí se recoge. Pero es que el significado de adverbios terminados en -mente es fácilmente deducible (desafortunadamente significa ‘de manera desafortunada’) y algunos no se incluyen.
Por tanto, yo no le pondría pegas a consumo responsable, entendido como el consumo que la persona lleva a cabo con responsabilidad.
Hay otros casos conflictivos de combinaciones típicas como precio asequible, donde parece confundirse el significado del adjetivo. Explicaba Lázaro Carreter que asequible se refiere a lo que se puede alcanzar o adquirir para poseerlo. Por tanto, según él, lo asequible es lo que tiene un precio bajo y que se puede adquirir con facilidad, pero no el precio en sí.
A pesar de esta recomendación del antiguo director de la RAE y de que en el nuevo Diccionario solo se define asequible como ‘que puede conseguirse o alcanzarse’ y los precios ni se consiguen ni se alcanzan, en el DPD y en la Fundéu definen asequible también como ‘de precio moderado’. Ante esta disparidad, cada uno puede optar por lo que considere oportuno. Eso sí, el que quiera hacer caso a Lázaro Carreter y diga precio bajo y productos asequibles, que sepa que también tiene que decir inaccesible al desaliento y no inasequible al desaliento, y no puede decir que un grupo de la Champions de fútbol es asequible, sino fácil.
Mi opinión es que, cuando una combinación como precio asequible se ha extendido tanto y aporta un matiz que no tiene, por ejemplo, bajo (el matiz de que un precio es lo suficientemente bajo como para poder pagarlo sin dificultad), es mejor ceder y añadir la definición en el Diccionario, entendiendo que no es que se confunda el significado del adjetivo, sino que se extiende. Así, igual que en consumo responsable el adjetivo pasa a calificar una aptitud humana, aquí asequible pasaría a calificar una propiedad del producto, su precio, como que el precio se puede poseer o alcanzar por ser bajo. La complejidad y riqueza en matices de los adjetivos no hace más que demostrar la preciosa y potente capacidad del lenguaje humano.
Dicho esto, se puede, pues, concluir recomendando un consumo responsable.
Ante lo que me cuentas, creo que entiendo tanto la reacción de él como la tuya. Un «Te amo» suena muy fuerte en España. Por eso, él se pudo sorprender. Pero, claro, a tu favor hay que decir que, en verdad, está bien dicho.
En la segunda acepción de querer en el nuevo Diccionario de la RAE una de las opciones es ‘amar’:
Así que en teoría se podría usar igual. Y, técnicamente, si amar es, según el Diccionario, ‘tener amor’, ¿por qué no le ibas a decir «Te amo» si sentías tanto amor?
Pero el tema no es tan sencillo. Una cosa es la teoría y otra la práctica. En lingüística, aparte de las conocidas sintaxis, morfología o semántica, hay una subdisciplina llamada pragmática. La pragmática estudia el uso del lenguaje, la puesta en práctica. Es la que estudia cuándo está bien decir algo y cómo es adecuado decirlo.
Utilicemos vuestro caso como ejemplo. Cuando dijiste «Te amo», él se mostró pragmático y le sonó raro porque no está establecido que eso se diga en una pareja así como así. A ti, que fuiste semántica (y romántica), te extrañó que le sonara raro porque expresaba justo lo que sentías, pero, claro, no era pragmáticamente adecuado. Y es que por mucho que amar y querer tengan un significado similar, se usan en diferentes contextos. Es como si alguien, hablando con sus amigos, se refiere a su perro como can, o al agua como H2O. Sonará raro porque, aunque signifiquen lo mismo, las palabras hay que usarlas en su contexto apropiado.
Ahora bien, ¿a qué se debe esta diferencia de uso entre amar y querer? En primer lugar, a que, aunque querer y amar tengan significado parecido, presentan algunas diferencias (teóricas). Por ejemplo, se puede amar la naturaleza, pero queda raro querer la naturaleza. Querer una cosa es querer hacerla nuestra o desear que nos suceda. Amar una cosa es sentir amor general por ella aunque no se tenga. Así, «Quiero ir al cine» significa que deseo que esa acción suceda puntualmente, mientras que «Amo ir al cine» significa que siento amor hacia la acción de ir al cine en general. La misma diferencia se ve entre «Quiero el chocolate» y «Amo el chocolate». En el primer caso querría un chocolate en concreto en un momento y en el segundo amaría el chocolate en general. Estos ejemplos con amar son algo raros (quedaría mejor encantar), pero sirven para entender la diferencia con los ejemplos de querer, con los que no se puede indicar que se ama algo en general. Esta diferencia hace que «Te quiero» pueda sonar peor que «Te amo», pues tendría la connotación de que queremos que una persona sea nuestra en determinado período, más que indicar que la amamos en general.
Y esto tiene relación con la diferencia en expresividad o intensidad entre ambos verbos. Amarse considera que es más que querer. En este sentido, estaba bien tu razonamiento de que si le quieres mucho es que le amas. ¿Cómo se ve esto gramaticalmente? Pues, por ejemplo, no queda bien combinar amar con un cuantificador evaluativo de grado alto como mucho («Te amo mucho»), pero sí querer («Te quiero mucho»). Esto es porque en el significado de amar hay implícito un componente enfático, como si significara ‘querer mucho’. Si se dice «Te amo mucho» sería parecido a «Te quiero mucho mucho», que no está mal, pero es algo redundante.
Aun así, la cuantificación del amor puede dar pie a bellos poemas como el siguiente de José Ángel Buesa (uno de mis poetas favoritos):
Te digo adiós, y acaso te quiero todavía. Quizás no he de olvidarte, pero te digo adiós. No sé si me quisiste… No sé si te quería… O tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti. No sé si te amé mucho… no sé si te amé poco; pero sí sé que nunca volveré a amar así.
Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo, y el corazón me dice que no te olvidaré; pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo, tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.
Te digo adiós, y acaso, con esta despedida, mi más hermoso sueño muere dentro de mí… Pero te digo adiós, para toda la vida, aunque toda la vida siga pensando en ti.
En cualquier caso, «Te amo mucho» sería parecido a «Me encanta mucho», que también suena raro porque encantar es otro de esos verbos enfáticos.
La posibilidad de que una palabra tenga un significado enfático o intensificativo se ve claramente en el caso de los adjetivos. Los superlativos como altísimo que ya indican un grado alto, no se pueden combinar con muy. Así, muy altísimo queda raro. Pero también hay otros adjetivos, los llamados elativos léxicos (en oposición a los superlativos, que son elativos morfológicos), que en su significado ya llevan implícito el grado alto (como hemos visto que pasa en amar). Un ejemplo es genial. Este adjetivo por sí mismo ya expresa un grado alto y, por eso, queda raro decir que alguien es muy genial.
Así que teóricamente se puede decir que amares más que querer. Esto se ve también en que se puede decir «No es que te quiera, es que te amo», igual que se puede «No es que me guste, es que me encanta», pero no al revés («No es que te ame, es que te quiero») porque la construcción requiere que lo segundo sea mejor que lo primero. De forma parecida, se puede decir «No compré cuatro discos, pero sí tres» y «No te amo, pero sí te quiero», pero quedaría raro al revés: «No compré tres discos, pero sí cuatro» o «No te quiero, pero sí te amo». En estas construcciones lo primero tiene que ser superior.
Esta superioridad de amar sobre querer se ve reflejada en el arte. Ya decía Antonio Orozco que «el amar no es querer». También José José explica la diferencia, diciendo que «casi todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar»:
Se puede incluso encontrar un pleito entre amar y querer donde se dicen cosas como «Dicen que el querer se acaba/ y el amar es infinito;/ amar es hasta la muerte,/ y querer, hasta el olvido» o «Amar es querer mejor». Hasta yo hice un poemilla sobre el tema, en el que se ve que amar es más que querer:
Por tanto, parece claro que amar es más que querer. La cosa es que no por eso tendría que quedar raro decírselo a la persona amada. También encantar es más que gustar y, sin embargo, no queda raro decirle al amado «Me encantas». De hecho, yo creo que el «Me encantas» es la primera fase antes del «Te quiero». Lo que pasa es que en España «Te amo» queda demasiado poético o cursi desde un punto de vista pragmático. Amar no se usa normalmente en esos casos y, por eso, él te miró raro, porque dijiste algo «fuera de contexto», algo no adecuado pragmáticamente. Si se lo hubieras escrito en un poema o en una canción (a lo Raphael) o, quizás, como dices, si fuerais de una zona donde «Te amo» no suena tan empalagoso ni es pragmáticamente inadecuado, no te habría mirado así.
Preguntabas por otras lenguas y la verdad es que nos vienen genial para ver lo importante del contexto. En inglés, aunque se puede decir que «I’m lovin’» una hamburguesería, por ejemplo, no queda tan bien decir «I love you» demasiado pronto en una relación. Todos conocemos el problema de Ted Mosby, que lo dice siempre antes de tiempo:
Y justo el otro día vi los problemas que tenía Lisbon para decirlo en El mentalista (ojo spoiler):
Para ese love usado sin amor para cosas como la hamburguesería nosotros habitualmente no usamos amar, sino mejor, como he dicho antes, algo como encantar. Por eso el lema de la hamburguesería se traduce como «Me encanta» y no como «La amo». Lo mismo ocurre cuando las Nancys Rubias traducen el título de la canción I love it (referido al día de verano en el que a una la dejó su novio) de Icona Pop como «Me encanta»:
En otras lenguas como el alemán, también ocurre como en inglés y el verbo que significa ‘amar’ se usa comúnmente para referirse también a sentimientos por cosas, en donde pragmáticamente es adecuado. Supongo que en otras muchas lenguas ocurrirá igual. Quien quiera aportar algo que no lo dude. Lo importante es que en estas lenguas otra vez vemos que, dependiendo del contexto, se puede usar un verbo como amar o no y que, curiosamente, cuando más procedería decirlo en teoría, es decir, cuando se siente amor verdadero, cuesta más o queda más raro decirlo.
En español también usamos, como bien dice Paula en comentario, «Te amo» dirigido a alguien que dice o hace algo que nos sorprende y agrada. Ahí, a pesar de que nuevamente no hay amor verdadero, pragmáticamente ha triunfado este «Te amo» en algunos círculos. Y como es adecuado en el uso, nadie mira raro cuando se utiliza.
En fin, la conclusión, Carmencita, es que hiciste bien expresando tus sentimientos, pero no tuviste en cuenta que, como el lenguaje es comunicación, importa mucho cómo y cuándo decir las cosas. Hasta en el amor es importante el marketing (o mercadotecnia).
Yo te recomiendo que, cuando te dé el próximo arrebato, digas «Te quiero mucho mucho mucho mucho», que será lo mismo, pero quedará mejor.
Y esto es todo.
Te mando un saludo a ti, Carmencita, y otro a los demás. Para despedirme, yo seré prudente y me quedaré en un «Os quiero», que el que os ama es Bin Laden.